Todo lo que se pierden los que no conocen el hockey sobre patines
Estamos de enhorabuena en este mundillo, o más bien familia, del hockey sobre patines; durante esta temporada los medios de comunicación tienen más presente este nuestro deporte; imágenes en televisiones nacionales y regionales, numerosas noticias en diarios y en páginas webs, menciones en radios, etc. Podríamos decir que ya estamos donde merecemos… ¿O más bien todo lo contrario?
Han sido 3 los casos particulares que, por desgracia, se han tenido que vivir en los últimos meses. Los 3 de sobra conocidos y por eso mismo, y porque no hay necesidad de seguir señalando a sus protagonistas por los errores, sino por todo lo bueno que tienen.
Sí, salimos más en los medios, pero las noticias no son los partidos, los resultados o los goles, sino las pocas cosas malas que ha tenido el hockey en los últimos meses. El primero de los momentos «dignos de mención» fue el mordisco, al más puro estilo Luís Suárez, en un partido como la final de la Copa Continental, lo más irónico de este hecho no fue la acción agresiva en sí, sino su repercusión en los grandes informativos televisivos que, probablemente debido a los pocos recursos que tienen, no pudieron mencionar que equipos se enfrentaban, quién gano el título o televisar un pequeño resumen del encuentro en vez de repetir una y otra vez ese momento determinado.
El segundo un caso de dopaje donde solo dieron la sanción y, con suerte, el motivo de tal castigo. Tal vez, y solo tal vez, podría haber sido interesante recabar más información y abrir un debate que no solo afectaría al hockey sobre patines que estudiase la poca profesionalización de estos deportes y que positivo podría ser «levantar la mano» en casos que la acción no supone ninguna mejora y que la posibilidad de que fuera premeditado sea mucho menor que la de un error, no es culpa nuestra no poder permitirnos tener un nutricionista por jugador.
El tercero ha salido hace bien poco, una acción muy reprochable y que nunca se debería ver en ninguna pista, una agresión a un árbitro en un partido de la OK Liga donde un aficionado (que no representa a toda la afición ni de su equipo ni de nuestro deporte) caliente por la actuación colegial y desesperado por el resultado de su equipo se equivoca y, automáticamente, sale en los medios, sin, de nuevo, importar nada relacionado con el partido.
En definitiva, ¿somos unos violentos y tramposos?, rotundamente NO. Los que han conocido el hockey a partir de estos casos no han tenido la suerte de ver todo lo bueno que tiene el deporte de las ocho ruedas. No han podido disfrutar de un Barça-Noia donde los «débiles» mojan la oreja en su propia pista a todo un Goliath con golazos y celebraciones made in Borja Ferrer, ni de los goles, la lucha y la pasión que nos regala Ángel Rodríguez hasta la extenuación e incluso, tampoco han podido ver un partido donde dos grandes aficiones como la del Voltregá y la del Calafell se dejan la voz para empujar a sus jugadores (personas locas hay en todas las casas por desgracia).
Pero no solo existen ese partido, esas aficiones y ese jugador, y es que el hockey es como la Fórmula 1 porque si parpadeas te lo vas a perder: la magia de muchos jugones con todas las letras que se regatean a todos los rivales, a sus compañeros después, a los árbitros y ya de paso te marcan 3/4 goles por partido, a otros más veloces que los rayos corriendo sin parar, a porteros que son más muros que personas, únicos, locos y que no sienten dolor ante los disparos de algunos cañoneros, literales. Los que solo han visto las noticias «jugosas» se están perdiendo un deporte que engancha a todo aquel que tiene la suerte de verlo, rápido como pocos y con ocasiones para todos los equipos que desembocan en partidos con muchos goles y partidazos de los guardametas (cosas que no suelen conjuntar en otro deporte tan poderoso como aburrido). Pero lo más importante, lo que más pierden al no vivir esto, es el pertenecer a una gran familia como es esta que formamos.
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